domingo, 1 de junio de 2014

EXAMENES IMPOSIBLES. REVISIONES INUTILES

En esta Universidad low-cost que nos está tocando vivir, donde prima mas la cantidad que la calidad, el aprobar que el aprender, de repente nos entra un “calentón” y nos hacemos los imposibles. Se quiere resolver en un día lo que hemos ido estropeando a lo largo de todo el curso. Como se dice ahora: “¡puro postureo!” Todos los cursos, y siempre por estas fechas, escucho la misma cantinela: “¡vaya promoción mas mala la de este año! ¡la peor promoción que he conocido!, ¡esta promoción ha sido nefasta!…” y así, año tras año, batiendo continuamente el record sin hacer nada por remediarlo. ¡Alucinante! ¡Desde que los profesores hemos estudiado siempre se ha ido a peor! Antes éramos otra cosa, ¡ahora nada vale! Ridículo, ¡por Dios! Y digo ésto porque estamos en momento de exámenes, de notas y de revisiones. Tal que en todas las asignaturas se juega a ver quién es el más perverso y retorcido a la hora de poner su examen. Una especie de concurso de locos que consiste en maximizar la diferencia entre lo que se pregunta en el examen y lo que se ha explicado en las clases, sujeto a una única restricción: que algún alumno apruebe, en aras a demostrar que era posible y viable el examen en cuestión. ¡Creédme que no lo entiendo! ¿Os imagináis que en el carnet de conducir pregunten por señales que no se han visto? Inmediata devolución del dinero por la academia, lo mínimo a exigir. Tenía, bueno, aún tengo, pero ya somos más mayores, un buen amigo que cuando estudiaba Ingeniería siempre me hablaba del concepto de “idea feliz”. ¿Qué es? Pues la capacidad, si se quiere cualidad, de entender lo que se pregunta en un examen. Uno puede estudiar, mucho o muchísimo, pero si te falla la “idea feliz” pues como si nada. ¡Suspenso! Luego, está ya es mía, tenemos la “teoría de lo importante”. Esto es, lo más importante, y por lo tanto lo que se debe preguntar en el examen, esta justamente en esos últimos temas que se explican poco y mal, porque la graciosa organización de la asignatura hecha por el profesor ha hecho que se pierda el tiempo en los primeros temas, justo los que no son importantes, con lo que no le queda tiempo para explicar los últimos, véase, los importantes. A este “cocktail” explosivo hay que añadir una pizca de “autor”, consistente en adivinar qué profesor pondrá el examen. Cosa que suele ocurrir en las asignaturas troncales que tienen varios grupos. Ya se sabe: “cada maestrillo tiene su librillo”. Y entonces cabe esperar la coincidencia entre lo que se pregunta y la importancia dada por tu profesor a la cuestión. Si coincide, perfecto, si no, uf. ¡A peor! No seré yo, ni mucho menos, quien defienda lo fácil. Quien haya leído mis blogs sabrá mi defensa a ultranza de la calidad, de la selección continua de alumnos, siempre con el objetivo de formar profesionales, pocos, ¡pero los mejores! Es necesario trabajar más con el estudiante en materia añadida. Extraída de libros, de artículos de revistas… porque hay que mejorar la calidad del aprendizaje. Pero el alumno debe tener la obligación y el derecho de haber trabajado, y conocido, todo el material susceptible de ser exigido en el examen. Ni más ni menos, ¡ni menos ni más! Bueno, el alumno no está indefenso ante la maleficencia de los exámenes universitarios. Siempre le queda el recurso de la revisión del examen. Dice la normativa universitaria que el alumno tiene derecho a que el profesor le explique las normas de corrección, le entregue una copia de su examen, y también a pedir que sea corregido por otro profesor. ¡Hahahahaha! ¡Nada menos que conocer los criterios de corrección! Pero si la revisión es una larga cola destinada a discutir en el despacho con el profesor, ¡sí!, a discutir por un cuarto de punto, por medio punto… un mano a mano sin más normas que la educación y el respeto, una auténtica guerra en la que el profesor se esconde en una trinchera a defenderse a ultranza y un alumno que no entiende de dónde y porqué le han restado puntos. Un acto inútil, una lucha desigual, donde siempre gana el poder del profesor, que para eso tiene mas artillería que el alumno, desarmado porque, ciertamente, desconoce las normas de corrección, justo esas mismas que las normas defienden. Toca volver a estudiar para la siguiente convocatoria. Trabajarse la “idea feliz”, estudiar más los últimos temas, rogar porque sea su profesor quien ponga el examen y rezar para no tener que ir a la revisión. Es lo que toca, ¡porque es la peor promoción del mundo mundial¡

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